por José Lastra Zorrilla
· El nacimiento del Petro-estado
Para poder explicar lo que sucede hoy en día en Venezuela habría que ir atrás en el tiempo hasta la toma de poder del General Juan Vicente Gómez y la instauración de su régimen dictatorial en 1908, pero antes de ello le pido al lector que me permita tomar un pequeño desvío para encuadrar nuestra historia dentro de una perspectiva un poco más global.
Para ello tendremos que desplazarnos brevemente a la Pennsylvania de mediados del siglo XIX, 1859 concretamente, cuando el buscavidas Edwin Drake consiguió realizar la primera extracción existosa de petróleo. En el mundo pre-crudo, la demanda energética estaba completamente concentrada en los países occidentales, y más concretamente en la industria y las necesidades privadas de los sectores más privilegiados de la sociedad. Las mercancías para satisfacer esta demanda se encontraban en el aceite de ballena y el carbón. El uso privado de energía se centraba generalmente en la iluminación y para ello se recurría a la caza de ballenas en las costas del Pacífico y Sudáfrica. El problema radicaba en que la búsqueda de la ballena, la obtención del aceite y su transporte resultaban tremendamente aparatosos y caros. Por ello esta sería la primera demanda que el crudo pronto comenzaría a cubrir. Cuando en 1861 se crea la primera refinería petrolífera y en 1865 aparece el primer oleoducto es cuando podemos hablar del inicio de la fiebre del oro negro. En estos humildes orígenes, el propietario del suelo daba licencia a cualquiera que quisiese explotar las bolsas que pudieran ser encontradas en el subsuelo de su terreno y se establecían contratos de arrendamiento entre individuos y pequeñas compañías, que comenzaban a formarse imponiendo cuotas de retorno dependiendo de la producción. Este tipo de relación productiva desembocó en una explotación caótica y errática que se tradujo en fluctuaciones de precios extremas, llegando en algunos casos a tener más valor los barriles de whiskey donde se trasportaba el crudo que el propio petróleo. En este contexto caótico será un empresario neoyorkino quién modernizará la industria y cambiará la historia del petróleo sentando los precedentes que perduran hoy en día; John D. Rockefeller.

En contra del ideal económico jeffersoniano en el que se había enarbolado la burguesía colonial estadounidense, Rockefeller veía en la libre competencia de pequeños productores independientes de crudo un verdadero peligro para la estabilidad y el futuro de la industria. Él había observado como por culpa de la ignorancia y el ansía voraz de ganacias, muchos pozos petrolíferos se habían sobre-explotado y los beneficios no alcanzaban ni para cubrir costes por la falta de entendimiento entre productores para regular la oferta. Rockefeller interpretó este contexto en un período en el que el capitalismo americano comenzaba a entrar en fase monopolítisca, mediante la cual la única forma de crear un mercado estable sería mediante la eliminación de la competencia. La innovación del futuro magnate se basó en la apropiación de toda estructura del midstream y downstream (1). En la década de 1880, la empresa de Rockefeller, Standard Oil, controlaba ya el 90% del downstream de los EE.UU. lo que significaba el 85% del mundo.
Aunque el mercado americano comenzó siendo el principal en la producción y consumo de petróleo, pronto comenzaron a descubrirse yacimientos en otros lugares del globo como fue el caso de Rusia, donde las familias Rothchild y Nobel habían comenzado a invertir. La cristalización de estas inversiones tomaría la forma de Shell Transport and Trading Company, el origen de la futura Shell. Rockefeller teniendo aún un dominio absoluto del mercado americano desató una cruenta guerra comercial en el ámbito internacional con el objetivo de establecer un monopolio global. A finales de siglo aparecería otro jugador clave en el mercado, Royal Dutch Company que acabaría fusionándose con Shell en el año 1907. Es a comienzos del siglo XX dónde comenzarán a darse los movimientos tectónicos que conformarán el paisaje de la industria durante décadas con la aparición de Texas Oil Company, Texaco y la escisión en 1911 de Standard Oil en una serie de diferentes empresas resultado de las campañas anti- monopolio que habían llevado a Theodor Roosevelt a la presidencia, dando lugar a Exxon (Standard Oil Nueva Jersey), Mobil (Standard Oil Nueva York) y Chevron (Standard Oil California). A pesar de haber perdido su imperio, la práctica monopólica que había caracterizado el modelo de negocio de Rockefeller perdurará a lo largo del siglo XX tomando diferentes formas.

Si bien el petróleo parecía haber entrado con fuerza a finales del siglo XIX, eso no sería nada en comparación al tremendo boom que experimentará a comienzos del XX. La aparición del automóvil, aunque tímida en el XIX y llevada a su cénit por Henry Ford y su Modelo T en 1908, supondrá un incremento substancial del apetito de crudo, pero no será hasta la motorización de los ejércitos durante el fin de la primera guerra mundial que la necesidad de cubrir la demanda petrolífera se convertirá en un asunto de seguridad nacional. Este cambio de paradigma en el consumo ocurrió en Gran Bretaña auspiciado por Winston Churchill, quién había observado durante la encarnizada contienda europea que el crudo ofrecía una serie de ventajas sobre el carbón que hacían que las unidades mecanizadas ganasen mayor autosuficiencia y rapidez. El entendimiento de esta necesidad llevó al gobierno Británico a imponer una serie de medidas de política exterior que asegurasen una circulación ininterrumpida y asequible de crudo. Ello acabó materializándose en la creación de la compañía estatal Anglo- Persian Oil Company, conocida hoy en día como BP, que conseguiría concesiones territoriales para la explotación de crudo en Persia y más tarde Arabia.
Este nuevo paradigma pronto fue asumido por otras naciones y particularmente afectó a EE.UU. A finales del siglo XIX y principios del XX los americanos proveían más del 75% de la demanda de crudo internacional. La Primera Guerra Mundial aumentó los temores en el país a que sus propias reservas podrían agotarse, lo que propició una búsqueda por todo el globo de nuevas fuentes alternativas de crudo. Es en esta época que se descubrirán los extensos pozos de Oriente Medio por los británicos y franceses, y cuando se produzca un viraje hacia el Sur del continente americano para explorar la posibilidad de nuevos yacimientos.
Las primeras prospecciones se iniciaron en México y comenzaron siendo prometedoras. Ayudaba el hecho de que el dictador Porfirio Díaz parecía más que dispuesto a negociar con empresas extranjeras para la extracción de petróleo a cambio de rentas. Así, en 1901 se creó la primera compañía petrolífera en México, Mexican Eagle por mano de Weetman Pearson. Durante unos años México llegó a convertirse en el tercer productor mundial de crudo pero la revolución que comenzó en 1913 creó una severa inestabilidad en el país. Tras la expulsión de Díaz, el nuevo parlamento revolucionario demandó nuevas condiciones más duras para las compañías extranjeras lo que produjo una fuga hacia una nueva tierra que parecía brindar muchas más oportunidades, Venezuela.
Antes de la aparición del petróleo, Venezuela era un país extremadamente pobre. Acosada por el legado de cruentas guerras civiles tras la independencia, la economía venezolana se caracterizaba por ser profundamente agraria y muy poco desarrollada basada en el antiguo sistema de haciendas colonial. En un intento de modernización temprano en la década de 1870, el general Guzmán Blanco comenzó a instaurar nuevas medidas para unificar la moneda, crear una imprenta nacional y la construcción de una infraestructura básica de puentes, embalses y ferrocarriles. El estado contrajo una enorme deuda que llevó a una flota conjunta de buques ingleses, italianos y alemanes a bombardear Puerto Cabello en 1902 para que se saldasen las cuentas pendientes. El nuevo gobierno de Juan Vicente Gómez impuesto en 1908 tuvo la suerte de coincidir con este período de búsqueda de nuevos pozos por parte de las compañías internacionales. El primer depósito se descubrió en 1914 y comenzó a exportarse crudo de manera regular cuatro años más tarde.
De acuerdo a la historiografía nacional venezolana el régimen gomecista suele verse como un oscuro período de dictadura y represión del que luego salieron los frutos democráticos. La caracterización popular es de una de amplia corrupción y atraso. Si bien es cierto que la dictadura gomecista fue tremendamente violenta y personalista, el antropólogo e historiador venezolano Fernando Coronil (3) argumenta que es justo durante el gobierno de casi tres décadas de Gómez que se plantaron las semillas del petro-estado venezolano. Coronil expone que es con la llegada de las compañías petrolíferas en busca de crudo cuando aparece el régimen personalista de Gómez en forma del Estado como mediador entre estas y los recursos del país. En 1912, Gómez expropia todas las tierras con potencial petrolífero y prohíbe a los terratenientes particulares a dar licencias de explotación del suelo para reservar la propiedad de explotación de crudo al Estado. En teoría la promulgación de esta ley se llevaba a cabo para que la riqueza del suelo fuera administrada por el Estado y ser disfrutada por todo el pueblo venezolano, en la práctica las figura de Gómez y la del Estado estaba tan difuminadas que el enriquecimiento de uno implicaba el enriquecimiento del otro.

Los beneficios del Estado mediante la concesión de derechos de importación, venta de concesiones e impuestos a exportaciones petrolíferas engordaron las arcas públicas de manera considerable lo que se tradujo en una centralización mayor del poder estatal, un consecuente aumento en legitimidad del gobierno, el desarrollo de nuevas obras públicas e infraestructuras modernas además de una creciente militarización. Gómez había conseguido despertar un amplio interés internacional por Venezuela gracias a las generosas condiciones que le imponía a las grandes empresas petrolíferas. Tal desarrollo experimentó la industria que en 1929 la producción de crudo en Venezuela se había convertido en la tercera del mundo detrás de la URRS y EE.UU. La transformación del Estado había sido radical. Venezuela pasó de ser un país que obtenía recursos a través de licencias de importación e imposición tributaria de productos derivados del sector agrícola, a uno que conseguía tener una renta ininterrumpida y acaudalada proveniente de la venta de crudo. La cristalización del poder del régimen gomecista sobre las rentas del petróleo ocurrió en 1923 con la creación de Compañía Venezolana de Petróleo S.A., o CVP. La CVP supuso la eliminación del poder de los terratenientes y su concentración en el estado que era administrado por la camarilla de Gómez. Sin embargo, mientras que las expropiaciones gomecistas parecían ser pura retórica, el discurso creó un cierto tipo de conciencia nacional ligada al crudo por una gran parte de la intelectualidad venezolana de la época. Un ejemplo de ello fue el ministro de fomento Gumersindo Torres quién comenzó a legislar con la idea en mente de que, al contrario que otras empresas, la riqueza petrolera era por derecho propiedad del pueblo venezolano y era este quién debía disfrutar de sus beneficios para el desarrollo de un bienestar nacional. De esta manera, el papel del Estado se convertía en el de salvaguarda de la riqueza e intermediador entre los intereses extranjeros y la nación que tenía la potestad de reclamar renta por la explotación del suelo. Aunque Torres acabó siendo destituido, a partir de 1930 el petróleo se convierte en un elemento central en el desarrollo de cualquier programa político o de gobierno en Venezuela y los propios venezolanos comenzaron a concebirse a sí mismos como ciudadanos de una nación petrolera que se articulaba mediante el Estado.
Conforme pasaba el tiempo la retórica nacional que practicaba Gómez hacía cada vez más evidente lo corrupto que era en realidad su propio gobierno. En ocasiones los propios extranjeros que lidiaban con la administración comentaban que “Venezuela se maneja como si fuera la hacienda privada de Gómez y su séquito”. Este tipo de forma administrativa generaba tensiones constantes con miembros del gobierno que tenían esperanzas de desarrollar el país política y económicamente y distribuir más las rentas. Irónicamente, cuanto más rico se descubría que era el país en reservas de petróleo más incrementaba la corrupción por parte de los oficiales del gobierno. El incremento de las rentas petrolíferas también tuvo el efecto de consolidar todavía más a Gómez como jefe de gobierno. Aun a pesar de que el poder de Gómez no disminuía, en el país comenzó a formarse un bloque de oposición que se caracterizaba por lo que Fernando Coronil llamaba liberalismo rentista “cuya base era la expansión de las rentas petroleras del Estado, donde los intereses de cada persona dependían de la realización de los fines de la nación. Un régimen autocrático había servido de vínculo entre el petróleo y la política. El nuevo proyecto liberal prometía romper ese vínculo y sustituirlo por otro: la democracia”.
· Transición
El fin de la Primera Guerra Mundial trajo consigo un pánico generalizado guiado por la noción de que el petróleo estaba en vías de agotamiento. Cómo veremos a lo largo de estos textos, este terror a la escasez petrolífera se convertirá en una especie de pesadilla cíclica que aparece tras periodos de alto consumo. El caso es que los años 30, al contrario de la opinión de los catastrofistas que auguraban el fin de la era del crudo, dieron lugar al primer pico de oferta global. Este pico venía marcado por varios acontecimientos que ocurrieron en los años 20. Primero, la industria sufrió una transformación tecnológica espectacular que aumentó la rapidez y la cantidad de la producción. En segundo lugar, la incorporación de Venezuela al mercado global y la vuelta de la Unión Soviética a la producción de petróleo trajeron mayores cantidades de crudo al mercado, aumentando la oferta disponible. En este clima previo de super- producción, muchas de las grandes empresas comenzaron a tomar medidas para expandirse en el mercado y la forma más segura de hacerlo era la de crear una red monopólica desde el upstream hasta el downstream. Como la inversión requerida necesitaba sumas enormes de capital muchas de las pequeñas empresas fueron completamente absorbidas por las grandes firmas dando lugar a un verdadero cartel constituido de manera cuasi-formal en el “As Is” Agreement firmado en 1928 por las siete empresas más grandes del mercado que en el futuro serían apodadas las siete hermanas (4). Este acuerdo sirvió para establecer un status quo entre las diversas compañías y evitar la competencia a la baja para mantener un precio del crudo estable.

A pesar de los esfuerzos de las siete hermanas, la crisis de Wall Street del 29 consiguió ser la gota que colmó el vaso. La bajada de precio fue vertiginosa pasando de los 3 dólares en el año de la crisis a unos pocos céntimos en el año 31. La impotencia con la que las empresas veían desmoronarse las operaciones que habían construido durante la última década las obligó a traspasar el control del mercado al gobierno. Franklin D. Roosevelt estableció una serie de cuotas voluntarias de crudo a cada estado que serían fijadas por la Texas Railroad Commission que actuaría desde entonces como mediador decidiendo cuando se abrirían los grifos petrolíferos (5).
Al mismo tiempo que transcurría la crisis en Europa y EE.UU, en México el transcurso de la revolución culminó en una serie de eventos que marcarían el futuro de los países exportadores de crudo. Tras la expulsión de Díaz y las peleas entre el nuevo gobierno revolucionario con las petrolíferas extranjeras se consolidó un sentimiento nacionalista que se basaba en gran parte en el rechazo a la codicia de los extractores de crudo extranjeros. Este sentimiento popular llevó a la elección de Lorenzo Cárdenas en el año 34, quien tras largos litigios con la Anglo-Dutch Shell consiguió nacionalizar todas las operaciones de crudo y formó la primera compañía petrolera estatal en un país exportador que serviría de modelo para muchas en el futuro: Petróleos Mexicanos o Pemex.

Este acontecimiento no pasó por alto en Venezuela. Tras la muerte de Gómez en el año 35, se inauguró un proceso de transición hacia la democracia que duraría diez años. Durante este tiempo los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita actuarían como presidentes del gobierno. Ambos fueron rápidos en renunciar la herencia del gomecismo que había conseguido ser tremendamente odiada y rechazada tras la muerte del dictador. Si bien ambos eran hombres del ejército y de inclinaciones conservadoras, supieron percibir el ánimo popular de cambio y adoptaron una posición bastante centrista. Aun así, seguía existiendo aquella oposición que se había gestado en la época de Gómez y veía en estos gobiernos de transición un carácter netamente continuista. Durante este período se crearán los diferentes partidos que formarán parte del paisaje político venezolano y aparecerán las personalidades más destacadas como Rómulo Betancourt. El gobierno de transición llegó a un choque contra el consorcio de crudo extranjero pero al contrario que en México, las obligaciones contractuales contraídas por el régimen gomecista dejaban poca maniobra para sacar beneficio al nuevo estado democrático venezolano. La bajada de precios del crudo no hizo más que agravar la situación y en la mente de muchos venezolanos ya había cristalizado la noción de que no se debía luchar tan sólo por la liberación política sino también económica, que sólo se lograría mediante la inversión de las rentas petrolíferas en el propio país. En efecto, este tipo de reivindicaciones buscaba sembrar el petróleo. Tras las protestas masivas en Febrero de 1936, el gobierno tomó cartas en el asunto y en 1943 se aprobó la Ley de Hidrocarburos. Esta ley, desarrollada por el ministro de fomento Manuel Engaña, establecía que al igual que en EE.UU existía una diferencia contractual entre entes públicos y privados donde el estado soberano podría cambiar siempre que considerara oportuno cualquier impuesto sobre la renta, el gobierno venezolano disponía del mismo derecho a hacerlo. Este cambio enfureció a las compañías extranjeras, quienes acudieron al gobierno de Roosevelt con el objetivo de que forzará al Estado venezolano a ceder. En circunstancias normales es posible que el gobierno americano hubiese accedido, pero en 1943 los EE.UU habían entrado en guerra contra Alemania y Japón en una situación que aparentaba ser desesperada y necesitaban tener disponible cualquier fuente alternativa de crudo por lo que el presidente aconsejo a estas que aceptasen las condiciones. La ley del 43 consiguió renegociar las tasas impositivas que se habían acordado con Gómez, lo que aumentó aún más las arcas del estado y supuso una gran victoria para la imaginación colectiva venezolana que veía como su visión de prosperidad nacional basada en el crudo y el papel del Estado en su administración era reconocida por el cartel petrolífero.
Esta victoria junto a las tímidas reformas del gobierno de Medina llevaron a muchos de los jóvenes políticos que aspiraban a crear una democracia plena en Venezuela a la exasperación. La urbanización y desarrollo económico fruto de las rentas del crudo habían creado unas expectativas en amplios sectores de la población que parecían no cumplirse. Fue así como el 18 de Octubre de 1945 la oposición junto con ciertos sectores progresistas del ejército llevaron a cabo un golpe de estado que obligó a Medina a retirarse y puso a la cabeza de la junta de gobierno a los líderes de Acción Democrática (AD). Rómulo Betancourt fue nombrado presidente de la junta y convocó elecciones para una nueva asamblea constituyente en 1946 trayendo por primera vez el sufragio universal a Venezuela donde competirían AD con la nueva unión cristiano demócrata COPEI y el partido progresista PRD. En 1947 se convocarían elecciones presidenciales donde Rómulo Gallegos sería elegido presidente. Este largo proceso constituyente fue utilizado por las fuerzas de AD para tomar la bandera de fuerza de progreso y democracia dentro de Venezuela dando lugar a lo que conoce como el trienio adeco (1945-48).

Las consecuencias que el fin de la Segunda Guerra Mundial trajeron consigo deben ser explicadas con el ánimo de establecer una imagen más nítida del contexto global. Al igual que el fin de la primera gran contienda, la Segunda Guerra Mundial había supuesto un enorme coste de recursos para EE.UU, por no hablar de la destrucción casi completa del continente europeo. El nuevo orden mundial consagró de manera efectiva al petróleo como fuente de energía principal desplazando al carbón. Entre 1941 y 1945, los americanos habían abastecido de sus propias reservas 6 de los 7 mil millones de barriles que habían sido necesarios para el esfuerzo de guerra aliado. Este clima energético volvió a hacer sonar las voces de alarma sobre el agotamiento de las fuentes de petróleo nacionales. Esto era falso, el sobreabastecimiento de petróleo de los años 30 y la crisis financiera del 29 habían cortado severamente la capacidad productiva de muchas de las grandes empresas petrolíferas por no hablar de la inversión casi nula en prospección de nuevos pozos. De cualquier manera, en el nuevo mundo que alumbraba el fin de la Segunda Guerra Mundial la demanda energética no paraba de crecer. Esta es una de las razones por las que los EE.UU comenzó a cambiar de estrategia con las potencias de Oriente Medio estableciendo pactos comerciales y diplomáticos duraderos, en especial Arabia Saudí donde parecían encontrarse reservas cada vez más grandes a día que pasaba. Esta acercamiento diplomático se materializó con la creación de la Arabian American Oil Company o Aramco en el año 47 un consorcio formado por cuatro de las siete hermanas.
En este contexto de inmediata posguerra, los americanos veían con muy buenos ojos los esfuerzos reformistas de los diferentes gobiernos nacionales para conseguir mayor estabilidad, dando pleno apoyo al proceso democrático venezolano y vigilando que no hubiese ningún tipo de deriva revolucionaria. Este apoyo internacional logró dotar de gran legitimidad al nuevo gobierno democrático. El gobierno adeco puso en práctica la idea de sembrar el petróleo y desembolsó grandes cantidades de dinero en programas de gasto social e inversión industrial en detrimento del gasto militar. Para hacernos una idea, Coronil señala que entre 1945 y 1948 hubo un incremento del 240% en el presupuesto para planes de desarrollo nacional. De esta manera el AD compraba con las rentas del estado su consolidación como partido del progreso. Sin embargo, este ansía reformista del AD topó con cierta resistencia cuando se estableció el Decreto 321 que intentaba homologar y desarrollar el nivel educativo nacional. La iglesia lo interpretó como un ataque del estado a un sector que había sido su feudo durante siglos u se organizaron protestas masivas que dieron lugar a la revocación del decreto. El gobierno adeco también volvió a tener problemas con el consorcio petrolífero extranjero. La ley del 43 había conseguido un incremento notable en las arcas del estado pero internacionalmente la demanda del crudo no paraba de crecer algo que se correspondía con un aumento del precio. De esta manera los ingresos de las compañías seguían creciendo mientras que la participación del estado decrecía lentamente. La única forma de obtener más rentas sería mediante un incremento de impuestos pero un acuerdo con el que habían llegado con las empresas americanas les había puesto un límite de 28,5% (6). La solución acabo encontrándose en la promulgación de una nueva ley en 1948 dónde se imponía una distribución de beneficios a 50-50 que acabaría convirtiéndose en la fórmula estándar que tomarían la mayoría de las naciones exportadoras en las siguientes dos décadas.
A pesar de estas victorias y del crecimiento de calidad de vida de gran parte del pueblo venezolano, el AD consiguió alienar de manera incremental a las diferentes fuerzas políticas y sociales que conformaban la sociedad venezolana. A lomos del leviatán petrolero del estado, el AD había desarrollado una apropiación tremendamente partidista de los logros económicos y políticos que se reflejaban en su retórica parlamentaria. Había muchos que veían el cambio de una dictadura personalista a una democracia partidista con recelo. Tampoco ayudó el clima general de la Guerra Fría en el que la paranoia anti-comunista despertaba grandes temores, siendo el AD un partido con orígenes sindicalistas y filo-comunistas. Esta dinámica gubernamental acabó en otro golpe de estado militar en el año 48 que no encontró ninguna resistencia. Esto se debió a que el AD con su concepción ultra-partidista del Estado había conseguido desmovilizar por completo a las fuerzas democráticas populares que habían conseguido apoyar su golpe tres años atrás. La jerarquización del propio partido y la exclusión de otras formaciones dentro del Estado avalada por la mayoría absoluta que habían obtenido en el 46 habían hecho muchos enemigos dentro del parlamento también. Los ingresos obtenidos por el petróleo habían convertido al Estado en un mastodonte independiente del que dependían los ciudadanos y era pilotado por un solo partido.

· El vals entre dictadura y democracia
Si bien los americanos habían respaldado el inicio del gobierno adeco de 1945, a medida que se iba instaurando el nuevo orden mundial bipolar la paranoia generalizada que existía en relación a nuevas posibles revoluciones en países clave para el abastecimiento de crudo comenzó a hacerse más palpable. Es por ello que cuando se llevó acabo el golpe del general Marcos Pérez Jiménez en el año 48, los EE.UU mantuvieron una posición favorable al cambio de gobierno. Las grandes multinacionales petroleras también respiraron con alivio ya que tenían esperanzas de que Pérez Jiménez relajase las riendas del petróleo en Venezuela.
El alivio producido por el cambio en Venezuela no iba a durar demasiado ya que en Irán se estaba fraguando desde hacía ya un tiempo un descontento generalizado por la mala situación y condiciones laborales de los trabajadores de las plantas petrolíferas. Para más injuria, los británicos de la antigua BP habían incumplido todas sus promesas de formación de técnicos nativos y un reparto más equitativo de las rentas. Fue así como en Marzo de 1951 tras meses de peticiones que cayeron en oídos sordos de los británicos el presidente nacionalista Mohammed Mossadegh decide nacionalizar todos los activos de BP en Irán. Dos años más tarde, una operación conjunta de británicos y americanos llevará al derrocamiento de Mossadegh e instaurar de nuevo al Shah. La operación Ajax refleja el cambio de paradigma en la Guerra Fría que ocurrió tras la salida del presidente Truman y la primera legislatura de Eisenhower. En un principio Truman había ignorado las peticiones de Churchill y las multinacionales petrolíferas para poner remedio a la situación, sin embargo, con el comienzo de la administración Eisenhower estos fueron capaces de despertar los temores anti-comunistas del antiguo general. Es por ello que Eisenhower se basó en la ordenanza del Consejo de Seguridad Nacional 138/1 para legitimar sus actos donde se exponía que
Como Venezuela y Oriente Medio son las únicas fuentes desde las cuales el mundo libre puede satisfacer sus requerimientos de petróleo, estas fuentes son necesarias para continuar los presentes esfuerzos económicos y militares […]. Por lo tanto se asume que nada pueda interferir sustancialmente con la disponibilidad de crudo de estas fuentes al mundo libre. […] Las compañías estadounidenses y británicas desempeñan un papel vital en suministrar una de las mercancías más esenciales del mundo libre. El mantenimiento, así como evitar la interferencia perniciosa, de una actividad tan crucial para el bienestar y seguridad de los Estados Unidos y el resto del mundo libre debe ser un objetivo principal de la política de gobierno de EE.UU. (7)
Aun así, estas nuevas directivas de seguridad nacional y la poca resistencia que se presentó durante el golpe de 1948 dieron a Pérez Jiménez banda ancha para instaurar un nuevo régimen. El general Jiménez pertenecía a una facción militar de oposición gomecista llamada Unión Patriótica Militar (UPM) que había sido clave en la ejecución del golpe del año 45, sin embargo, la política ultra-partidista del AD durante el trienio había conseguido alienarlos por completo. Antes de llevar a cabo el giro, la UPM había intentado negociar con el AD para una mayor inclusión dentro del gobierno pero el presidente Rómulo Gallegos mostró un tremendo desdén hacia sus reivindicaciones ya que consideraba que el ejército no debía tener ningún lugar dentro de la política. Este error fatal dio paso al golpe. El AD amenazó con la organización de huelgas y protestas masivas pero, como ya se ha dicho, el golpe en última instancia no encontró resistencia. Una de las razones fue que la UPM y en concreto Jiménez argumentaron que el golpe se llevaba a cabo para resolver la crisis nacional y controlar los grupos extremistas del gobierno para el establecimiento final de la paz social en Venezuela. En cierto modo se vio el golpe como una corrección que debía realizarse a causa de la perversión partidista de la joven democracia realizada por los adecos. Aunque no existió oposición generalizada, la poca que hubo fue duramente reprimida y los miembros de AD tuvieron que ir al exilio.
Fernando Coronil explica que la concepción de Venezuela como país debe ser entendida como la unión de dos cuerpos: un cuerpo natural, constituido por la fuente material de su riqueza, y un cuerpo político constituido por sus ciudadanos siendo ambos representados por el estado. De esta manera, en el momento que aquellos que ejercen el poder del estado son considerados como usurpadores, no es tan sólo porque ocupan un espacio de dominio público sino porque su forma de actuar se rechaza en base a una serie de normas y bases heredadas por un desarrollo histórico en torno al rol del Estado en su función de representante de una nación petrolera. Este contrapunteo entre dictadura y democracia, como lo llama Coronil, es uno que sigue muy presente hoy en día y son los términos con los que las luchas políticas de la crisis actual venezolana se articulan.
· El régimen «perezjimenista»
La toma de poder por parte de la Junta Militar fue acompañada de una rápida ilegalización del partido Acción Democrática. En su afán por limpiar el llamado “estado dentro del Estado”, la Junta decidió disolver el Congreso, municipios y diferentes sindicatos. Dentro de la facción militar existían dos corrientes que se aliaban en un frente unido. Una de ellas era la representada por Pérez Jiménez con una actitud más castrense y estricta. Por otro lado estaba Delgado Chalbaud, un militar de buena familia que había estudiado en Francia y tenía amplias conexiones con la burguesía venezolana. Ambos estaban de acuerdo en que debería existir una re-evaluación de papel que deberían tener los partidos dentro del Estado. Se impusieron la tarea de imponer la normalidad en un período de Transición para convocar elecciones futuras. En 1950 Chalbaud fue encontrado asesinado en su casa en circunstancias misteriosas. La muerte de Chalbaud dejaba a Jiménez como cabeza indiscutible dentro del gobierno y pretendía legitimar su presidencia en unas elecciones para 1952.

Entre 1949 y 1952 el movimiento militar se hizo con el control absoluto del Estado y comenzaron a implantar medidas reminiscentes a la del desarrollismo temprano de diversas economías latinoamericanas gracias a un incremento expansivo de la economía petrolera auspiciada por la gran demanda energética impulsada por la reconstrucción de Europa, la expansión internacional de la industria automovilística y el nacimiento de la industria petroquímica. Jiménez volvió a tomar el papel que tantos otros mandatarios venezolanos habían interpretado y comenzó a hacer proclamas de nuevos vientos de modernidad financiados por la gestión excelente por su gobierno de la riqueza del país. La retórica perezjimenista tomó un cariz propio con el uso de la noción de la transformación racional del medio físico, que no era más que una re-interpretación positivista de domesticación de la naturaleza impulsada por la creación de grandes proyectos de obras públicas. El gobierno perezjimenista acabó por intoxicarse con su propia soflama modernista y realizó un error de cálculo crucial que casi le cuesta la presidencia en las elecciones. Jiménez había sobrevalorado el apoyo popular que tenía y semanas antes de las elecciones de Noviembre del 52 ya se habían convocado grandes manifestaciones de protesta por la oposición. Las campañas de sobornos que se habían desplegado parecían no surtir el efecto esperado y el día de las elecciones se produjo el golpecito. Como la Junta esperaba ganar las elecciones no se había propuesto ninguna medida para amañar las elecciones. El conocimiento de los resultados electorales fue un palo vergonzoso para la Junta pero Pérez Jiménez decidió desestimarlas alegando que la oposición había participado con el apoyo de AD y el Partido Comunista, ambos ilegales.
El gobierno perezjimenista alegó su legitimidad en las fuerzas armadas y en la retórica de “salvaguarda” de la democracia. Teniendo el aparato estatal con su riqueza petrolífera y las fuerzas armadas de su lado, la oposición poco pudo hacer excepto aceptar la justificación de Pérez Jiménez. Cualquier tipo de lucha o resistencia que pudiese existir sería en última instancia fútil ya que en Venezuela es la sociedad la que vivía de la riqueza del Estado y no al revés.
Durante la dictadura gomecista, el gobierno cada vez más personalista propugnaba ser el defensor de los valores liberales de Venezuela. Del mismo modo la nueva dictadura perezjimenista argumentaba ser el bastión de la democracia verdadera en el país caribeño. El gobierno quiso dar forma a la “conciencia nacional” mediante la adopción y apoyo a símbolos concretos que este pensaba debían configurar el espíritu de la nación; una nueva interpretación de la historia nacional, una expansión del sentimiento católico y la curación de diferentes manifestaciones folklóricas. A esto se le unió la domesticación de la naturaleza mediante la construcción de infraestructura que se relacionase con el progreso y la modernidad del país como hoteles de lujo, vías públicas, campus universitarios, etc. En este sentido, si las fuerzas democráticas habían interpretado el avance social intentado despertar la conciencia política del pueblo venezolano haciéndolo partícipe en la vida política y dándole la oportunidad de participar en el Estado, la dictadura de Pérez Jiménez relegó a la ciudadanía a la categoría de espectador pasivo que atendía a las ilusiones de un gran mago que traía la modernidad y el progreso al país. Esta concepción del pueblo como masa esperando a ser esculpida por el poder y riqueza del Estado perdurará hasta bien entrados los años 90.
La política económica de Jiménez en este sentido estaba llena de “paja”. Si bien se desarrolló un “crecimiento interior” típico del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, no llegó nunca al punto de Brasil o Argentina en los 60. Además, la política del dictador con las petroleras fue bastante sumisa sin imponer ningún nuevo tipo de tasa o condiciones. La estrategia de Pérez Jiménez era la del gasto público no la de obtener mayores rentas petrolíferas. Este gasto público estaba planificado de una manera tremendamente pobre, siendo aprobados aquellos proyectos que satisficieran la visión fetichista de modernización del gobierno. Esta visión se materializó con la transformación de Caracas en un centro turístico y comercial de lujo. Con esta nueva modernización de la capital Jiménez intentaba acercar a su gobierno a una élite burguesa que cada vez veía su agencia política disminuir más en un régimen que incrementaba su carácter personalista. La modernización de Caracas coincidió con una apertura al capital extranjero nunca antes conocida en el país y un incremento de producción de petróleo a un promedio anual de 9,4%. Tan vital veía el gobierno militar su alianza con las petroleras que cuando el gobierno contrajo una gran deuda por mala gestión e inversiones excesivas en grandes proyectos en vez de subir los impuestos a las exportaciones o renegociar la distribución de la renta petrolífera, se recurrió de nuevo a la venta de concesiones dando a las compañías el control de 821.091 hectáreas de tierra. La debilidad del gobierno se debía al desconocimiento real de la posición precaria en la que se encontraban las compañías petroleras en la época. La nacionalización de Mossadegh junto la crisis del Canal de Suez y las consiguientes políticas nacionalistas de Abdel Nasser habían puesto los intereses privados de las compañías de crudo en Oriente Medio en peligro, pero Pérez Jiménez siguió pensando que su posición de negociación era demasiado precaria. A esto hay que añadir que al contrario que el gobierno de los adecos, que intentaba legitimarse mediante el apoyo popular manifestado en un mayor control de las rentas petroleras del país, el régimen perezjimenista intentó fraguar las bases de su estabilidad con acuerdos tácitos con el capital privado y extranjero. Esta base cristalizaría en una alianza entre el capital extranjero y las élites burguesas que conseguían mediante sobornos y conexiones licencias para la importación de productos extranjeros cada vez más necesarios en una economía petrolera. Esta dependencia de productos importados no provenía tan sólo de una inercia traída por la industria petrolera, sino que el propio dictador había llevado a cabo esfuerzos concretos para poner trabas a la industrialización diversificada del país ya que un sector privado independiente podía suponer un peligro para la integridad de su régimen tanto por la creación de una burguesía urbana progresista como por un posible choque de intereses con las industrias extranjeras. Estos intereses del gobierno en mantener una industria local sumisa se reflejan en la revisión del Tratado Comercial de 1952 entre EE.UU y Venezuela. En el texto aparece un claro favorecimiento a los bienes importados constatado por la política de baja tasa impositiva. En este contexto económico las únicas industrias nacionales que llegaron a alcanzar un desarrollo progresivo e independiente fueron la construcción y el textil.
La nueva constitución que había traído consigo el golpecito del 52 establecía que unas nuevas elecciones serían convocadas un período determinado. El momento llegó de la manera más inoportuna en Diciembre de 1957. Ese mismo año la economía expansiva del régimen perezjimenista había experimentado una contracción severa que se veía con horizontes de crisis. La deuda contraída por el Estado había llevado a Pérez Jiménez a pagar con bonos a modo de pagarés a las empresas locales que tenían contratos con este. El problema radicaba en que muchas de estas empresas en período de expansión habían crecido gracias a la facilidad de créditos impulsada por el gobierno y necesitaban pagar sus propias deudas. La quiebra de gran número de empresas fue vista por Jiménez como prueba de que la industria local era la culpable de la crisis y se negó a intentar aliviar la presión fiscal de esta para obtener apoyo político. Las disputas siguieron cuando Jiménez obligo al partido de la oposición COPEI a rechazar el apoyo de partidos “ilegales”, el rechazo de la cúpula de COPEI dio lugar al arresto de Rafael Caldera lo que consiguió alienar todavía más a los sectores conservadores del régimen y a la propia iglesia. Tras realizar un plebiscito amañado, las protestas continuaron a lo largo del mes de Enero y esta vez la lucha se dio dentro de las fuerzas armadas. Muchos oficiales del ejército habían visto como los compañeros más cercanos a la camarilla de Jiménez se enriquecían y se establecía una red de clientelas para los ascensos. Aprovecharon las protestas masivas para realizar un golpe el 23 de Enero que acabó derrocando el régimen.
Con el gobierno dictatorial tumbado, los dirigentes de la AD volvieron del exilio y se estableció un nuevo pacto institucional para el gobierno democrático del Estado que salvase los errores del trienio adeco, el Pacto de Punto Fijo. La naturaleza del pacto era de carácter conservador en el sentido que conservaba las relaciones políticas y económicas básicas que sostenían el enclave petrolero. No sólo en el ámbito nacional, sino que este acuerdo suponía el entendimiento tácito de que Venezuela se convertía en un estado mono-exportador de crudo en un sistema global de circulación de petróleo auspiciado por EE.UU, evitando por ello cualquier cambio político o estructural.
Como hemos visto en estas primeras décadas del petro-estado, el país ha pasado de ser una economía puramente agraria con un peso casi insignificante en el contexto global a ser uno de los principales países exportadores de crudo. A medida que la industria petrolera en EE.UU fue desarrollándose hasta instituir su dimensión global, el país caribeño fue sufriendo una “modernización” económica, política y social esculpida directamente por un Estado que se convirtió en el arrendador de la riqueza natural dando concesiones y estableciendo tributaciones a empresas arrendatarias. Mediante los diferentes cambios de gobierno, el pueblo venezolano comenzó a percibirse a sí mismo como ciudadano en relación a un Estado que dispensaba las rentas con el fin de desarrollar un programa de modernización nacional. La calidad de esa relación se medía en el grado mediante el cual los ciudadanos percibían ser partícipes de las decisiones de ese Estado y ser los beneficiarios de los frutos del crudo. La situación de fondo que se está creando en este período es más compleja de descifrar. La dependencia del pueblo venezolano de este petro-estado para desarrollar el país pondrá grandes trabas para la evolución económica de una industria privada nacional independiente del estado debido a la necesidad crónica de importaciones para la actividad industrial estatal. Esta situación no se debe sólo a la aparición del petro-estado, sino que también a la posición precaria de Venezuela como país mono-exportador de crudo en un sistema global de circulación de mercancías. La imposibilidad de Venezuela para crear una industria no dependiente del crudo se observará en la segunda parte de este artículo con la administración del presidente Carlos Andrés Pérez.
· Notas
- El Sur global es una terminología más exacta y políticamente correcta para hacer referencia a los países conocidos como tercermundistas. Decir que hay Estados como Noruega que se encuentran en una zona límite, pero su tardía incorporación y diferente relación con la industria petrolífera además de su posición en el continente europeo no ayudan a establecer un análisis claro en relación a las dinámicas comunes con el resto de petro-estados.
- En la industria petrolífera el llamado upstream se refiere a toda la actividad dedicada a la perforación de pozos y extracción del crudo. El midstream y downstream se refiere al tratamiento del crudo en refinerías y el transporte de los barriles llegando a la venta particular.
- Las referencias a Fernando Coronil se refieren principalmente a su obra El Estado Mágico: Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela.
- El grupo de las siete hermanas estaba formado por la Anglo-Iranian Oil Company (BP), Gulf Oil (Chevron), Royal Dutch Shell, Standard Oil California (SoCal, Chevron), Standard Oil Nueva Jersey (Exxon), Standard Oil Nueva York (Mobil) y Texaco.
- Este sistema de regulación servirá de modelo para la OPEC en un futuro.
- Este límite se acordó ya que era la tasa impositiva que existía en EE.UU y el gobierno de Roosevelt había propuesto una desgravación de impuestos especial a las empresas petrolíferas con actividades en el extranjero para asegurarse un flujo constante de crudo en el país.
- Extracto del NSC 138/1
Un comentario en “Miseria, gloria y agonía del petro-estado venezolano”